La
pandemia 2020 y los maestros mutantes.
Fue
en el siglo XVII cuando Juan Amos Comenio sentó las bases de la
escuela como la conocemos con su obra Didáctica Magna, los cimientos
de la escuela tradicional. En su obra comienza destacando que la
educación comienza en casa, que se da por medio de todo lo recibido
por el hombre por parte de la naturaleza y de Dios y avanza en ese
sentido hasta hacer unas claras descripciones de la escuela que
debiera vivir una persona dividiéndola en cuatro partes, que por las
edades propuestas por el simbolizan los grados académicos que hoy en
día existen comenzando con La escuela maternal (kínder y primaria),
La escuela común (secundaria), La escuela latina o gimnasio
(preparatoria) y La academia (la universidad).
Varios
siglos han pasado desde ese momento y hoy en día contamos con
muchísimas escuelas, tanto privadas como públicas que instruyen y
educan a los niños y jóvenes en las distintas disciplinas que
existen.
A
lo largo del tiempo hemos tenido aproximaciones a cambios e
innovaciones sobre materia educativa haciéndonos creer que la
escuela ha cambiado, que ya no es como antes, pero si analizamos de
manera breve la educación de nuestros hijos y la de nuestros abuelos
nos topamos con un formato casi igual en ambos casos. Alumnos
agrupados, ordenados en un aula, con un horario para cubrir una
clase, tomar notas y hacer tarea, tal vez veamos cambios en los
libros ahora son electrónicos en algunos casos y podemos encargar
como profesores no sólo la cartulina con información sino una
presentación o un vídeo que demuestre el conocimiento de los
alumnos, pero al final es lo mismo. Pero ahora no, hoy no. Hoy
estamos con la pandemia 2020 frente a una raza nueva de profesores
mutantes que están sufriendo cambios a pasos de gigantes y que de
alguna manera están manteniendo el barco de la educación a flote.
Es
importante dimensionar el cambio que se está sufriendo y tomar
consciencia de que un cambio de esta magnitud no es sencillo y
requiere una de maduración que solo el tiempo, la paciencia y el
esfuerzo puede dar.
Quinientos
años llevando la educación de una forma y de una semana para otra
en el 2020 debemos modificar toda la forma de enseñanza para que la
escuela como tal no se desplome. Quinientos años de conductas
aprendidas y emuladas en donde la tiza y el pizarrón y de unos años
para acá los marcadores y el pintarrón han sido los acompañantes
indiscutibles de los maestros a la hora de dar sus clases. Sí
teníamos acercamientos a las computadoras con una presentación
digital por aquí, un vídeo por acá, y en ocasiones la escuela
privada se ha apoyado en MLS (Management Learning Systems, Sistemas
De Administración de la Enseñanza) para compartir tareas, compartir
calificaciones y de manera ocasional aplicar exámenes en línea que
complementan la actividad presencial tradicional.
Pero
hoy por hoy, la nube, las clases virtuales, las videoconferencias,
los repositorios, los blogs, las páginas web y otras tantas opciones
que de alguna forma algunos sabíamos que existían, se vuelven
medios inaplazables de comunicación, impartición y evaluación,
obligando a los docentes a mutar y reinventar a todo vapor los planes
de estudios y programas que se tenían trazados puesto que no tenían
miras a esa manera de impartirse.
La
curva de aprendizaje es dura y empinada, y conlleva un trabajo arduo
y apresurado para no detener el proceso de preparación de los niños,
pero se ocupa paciencia, se ocupa comprensión y compromiso por parte
de alumnos y padres de familia.
Hay
que valorar lo que los profesores están haciendo, hay personas que
no usaban la computadora de forma regular y ahora lo hacen, personas
que dominaban un par de aplicaciones y ahora tienen que manejar 10 o
20, personas que siempre trabajaron con el libro y ahora están con
una tableta, profesores que era de una forma y ahora son de otra,
profesores mutantes que aceptaron el reto de dar estabilidad al
futuro de la sociedad después de esta pandemia no deteniéndose ante
nada con tal de seguir enseñando.
Dr. José Arturo Villarreal Guzmán